EL MANUSCRITO DE MI ABUELO
El talento es libre y
puede ir como un simple equipaje dentro de nosotros, en cada viaje que das en
tu vida llevarás siempre el mismo maletín donde guardarás los mejores
recuerdos, además de tus mejores dones. Así solía decir mi abuelo cuando compartía
sus ratos de saberes conmigo.
Él era un hombre muy
pragmático o eso parecía, y es así como le recuerdo. A veces sus palabras
llegaban a mi mente de forma breve y abstracta dejándome una extraña inquietud,
alterándome los nervios. Aún no puedo entender las causas que provocaban tal
estado de ánimo, quizás los caminos compartidos por un mismo destino son
difíciles de reparar y aunque mi abuelo ya no esté presente hoy, sus recuerdos
siguen latentes, llenos de detalles que me hacen fantasear cuando quiero
escapar de la realidad que circunda en mis alrededores.
Soy incapaz de prever
las líneas del azar y por ello confieso que siento vergüenza ante la rendición
que asumo con total honorabilidad. No estamos aquí para vencer, mucho menos
para sufrir o ganar, no estamos aquí para hurgar ni para debatir, tampoco es
nuestro destino opinar o forzar nuestras convicciones para que los demás las
acaten como una única verdad. En ocasiones olvidamos que las pasiones son sólo
destellos de luz que resplandecen para contemplar el amor que llevamos dentro y
nos mueven como rayos de luz fulminantes.
Los proyectos
inconclusos de mi abuelo son los que me dan consuelo, no puedo dimitir a ellos
ya que se han convertido en mis tiempos oníricos predilectos. No es fácil ser
nieta de un inventor y salir bien airada de eso, pues el ardor y el ruido del
misterio que rodea a lo desconocido siempre será atractivo para quienes tenemos
como fuente aquellos hombres de ciencia. Es un don creativo ¿saben? el
emprender por caminos que guardan secretos que tienen su recompensa al ser
descubiertos. Mi abuelo transitó algunos de ellos y obtuvo grandes elogios por
todos sus inventos, por todos sus hallazgos, sin embargo eso no era de vital
importancia para él, su recompensa mayor es lo que le ha dejado a sus descendientes,
conocimiento. Hoy su manuscrito significa para mí una fuente inagotable de
saberes y cada vez que lo leo consigo una respuesta a mi más ardiente
curiosidad y he comprendido que el muro de la ignorancia es muy frágil por lo
que es muy fácil de derribar y es muy sencillo decidir el momento preciso para
derrumbarla.
Acudí por épocas a los espacios oscuros del pensamiento que
cautivaron a mi abuelo por décadas y me han llevado a ocupar incluso otros
lugares que seguramente él no pudo ver en sus momentos de soledad y he
permanecido cautivada por decenas de horas delante de copas que guardaban
pistas que me guiarían por senderos sin luz, llevándome al límite de mi mente. Es
inevitable ignorar los valores de la invención, al final los hechos no sirven
de nada si no van atados a una obra monumental.
Puedes estar repleto
de sueños, es verdad, pero será alto el precio que tendrás que pagar para
llevarlos a la realidad. Con los años entendí que debo guardar distancia con lo
mundano, la vida material te aleja del mundo abstracto, lo material llena la
cabeza de un ropaje tan denso que te aleja de los pequeños datos del pasado, que
aguardan fríos y callados, en distantes bibliotecas.
Hoy el conocimiento
esta disperso y los grandes genios descansan en los cementerios luchando para
que no sean olvidados, en nuestros días la violencia y el miedo es mucho más
atractivo que la física, la química, las matemáticas y la misma astronomía. El
joven de hoy se duerme en la pereza y se consume en la rutina, y es que el
interés por las estrellas ha sido sustituido por la bebida.
Poco ruido hacen las
pisadas de aquel que evoca los tiempos de oro de la ciencia. Ahora mi abuelo
ocurre en nombre de la ciencia, dejando rastros de símbolos que encienden el
fuego de la pasión por los descubrimientos científicos, ese mismo fuego que
imperó en otras épocas. Agobia levantarse luego de leer frases cargadas de
cobardía tras derrotar la piedad del hombre por el hombre y entregar al enemigo
toda lo que se tenga como sabiduría. Ha resurgido el desprecio por los hombres
de ciencia y sus descubrimientos, y en su lugar, se ha impuesto la demagogia y
la charlatanería como resultado de una perenne holgazanería, aliento actual de
la distorsión de los espíritus destructivos. Hoy en día la opinión personal
impera como un virus, como una enfermedad y se ha regado como una epidemia,
tras exponer con dedos señaladores los pálidos rostros de aquellos que
pretenden ser mejores cada día.
Y desde las alturas caen látigos de lluvia
ácida que intentan calmar los tiempos de confusión de las nuevas generaciones
que han dejado de descubrir. Aún no es tarde para seguir los pasos de las manos
que en el pasado crearon y de los ojos que descubrieron teorías que nos arrojaron
al mundo de la modernidad sin cadenas y con un enorme deseo de imitarlos en su
éxito.
Es natural que
vinieran cañones a incendiar las prosas actuales como prueba de lo frágiles que
somos al sucumbir a nuestros propios flagelos, podremos retornar al inicio de
los tiempos cuyo punto detuvo al mundo en largas temporadas viviendo entre
pinturas y placeres, entre veranos llenos de alegría, inviernos marcados de
ataques y cacerías, otoños rápidos y engreídos y primaveras abarrotadas de
ratos de creación. Ahora estoy despierta ante las armas que nadie ve y percibe
una extraña pero legible imagen que aborda los relatos de mi abuelo, tan llenos
de suspicacia que conducían mi mente a una caja de pandora.
Después de pensar un
rato, medité en los momentos que abandoné los proyectos inconclusos de mi
abuelo, arrojándolos al baúl de madera que escondía en mi armario. Me sentía
cansada por no hallar los procedimientos acertados y pensaba en ese viejo necio
y terco, quién dedicó tanto tiempo en dejar tantos inventos que aliviaron la
vida de una sociedad que dormía en sus superficialidades, sin embargo esa
sociedad fue la que llegó después y recibió los premios que él en vida nunca
recibió, y me pregunto: ¿tiene caso romper las cadenas de la ignorancia cuando
hoy solo vemos al hombre atado a las ideologías y a las religiones?
Un súbito y fuerte
escalofrío recorrió mi espalda al sentirme inválida por un pensamiento oscuro
que hace saltar a mi alma: la ciencia ha fracasado en sus propósitos, mi abuelo
ha fracasado por no decir algo más de esa ciencia, todos hemos fracasado por no
entender o comprender lo que habita en ella.
Tomé mis gafas y
sudando por la fiebre que producía mi nuevo descubrimiento, guardé el
manuscrito de mi abuelo con la promesa de continuar hojeando sus páginas para
gritarlas al mundo cuando esté realmente preparado para entender que la ciencia
nace con las invenciones y descubrimientos que elevarán al hombre a otro nivel
de existencia. Subir peldaños y no sucumbir a la comodidad de lo conocido es lo
que hace que una especie pueda sobrevivir a los desgastes de la rutina y del
tiempo. Lo cotidiano acelera el envejecimiento prematuro de las mentes
creadoras, muriendo así la energía vital que nos conecta a otras formas de vida
más evolutiva, la ciencia no es tecnología, la ciencia es el saber que nace
desde el momento en que nos convertimos en observadores y receptores de todo lo
que ocurre en nuestros alrededores. El conocimiento está ahí presente, frente a
nuestros ojos. Tomarlo y descifrarlo para convertirlo en una posibilidad cierta
que alumbrará nuestros días de oscuridad.
Vive y crea, fue la
consigna eterna de mi abuelo, titulo inquebrantable de su viejo manuscrito, ese
mismo que he guardado para no sucumbir en la impotencia de evitar que sea
alterado. La humanidad algún día estará preparada para vivir en la armonía de
existir para dar y hasta que eso ocurra, este manuscrito en silencio
permanecerá.
Fin
Por Eleorana 2019
Derechos reservados
Dice muy bien y con buen gusto y razón, amiga. Me ha encantado.
ResponderEliminarAbrazos