EXERGO
Hubo un momento donde la existencia trató de librarme de
las mitologías, aunque concedo, a fe mía, un tanto de rebeldía, por tanto me
atrevo a revelar, que aún me atraían ¿Y cómo no me iba a dejar atrapar por un
mundo de héroes y dioses? Un mundo donde las probabilidades de lograr la
plenitud de los sueños eran tan posible como tocar el cielo. Y vas andando por
los corredores de templos, entre vino y tertulias que te dejan el sabor de la
dicha. Conoces la gloria desde una perspectiva diferente, donde los juegos del
honor tienen sus bases en pilares inquebrantables de dignificación ¿Cómo no
enamorarse de algo tan sublime?
Me animé sin reproches a profanar las tumbas de dioses y
faraones. Recorrí cada historia mitológica con hambre y con sed acumulada, no
saciaba ni digería por miedo a perder la fuerza que me inclinaba a seguir en la
búsqueda de los misterios que rodeaban la existencia de dioses intocables que
habitaron la tierra, hasta que la vida me pilló para sacarme de mi hermoso
sendero, sin darme la oportunidad de tan siquiera, despedirme de mis héroes
divinos que brillaban cuando les contemplaba, al recordar cada proeza que en
manos de Homero, Virgilio y Ovidio, hallaba. Sin embargo, dejé que la vida tomará
la batuta en mi nueva osadía para así, arrastrarme al mundo donde lo imposible
es un atributo dominante de los suicidas que se entregaron a la muerte de la
rutina que invadía sus vidas.
Y es que adoro perderme en lo ideal, en lo alegórico que
veneran algunas cuadrillas extrañas. Si, me siento lejana mágicamente, es como
enamorarse por primera, segunda, tercera y hasta una cuarta vez, donde vives
una historia imaginada, donde escalas dimensiones anheladas.
Me demoré por no entender, lo sé, pero viví y en defensa
escribí lo menos esencial.
Me desangré por no drenar, lo reconozco, al divisar el
ámbar que cubría el arco de una puerta que otros no se atrevieron a cruzar.
Dejé de lado la bonanza del cristal; el pilar fortuito de
mi fe; el hilo de vida que gané; y el perdón logrado por quien se fue, para
poder dar paso a lo que en otros encontré.
Y es así como perecieron mis silencios, al hundirme en
fábulas con sabor a muerte.
Al ser mordida por la imaginación, descubrí un arma inasible
contra los arduos exergos:
Que sean los cementerios que brinden cobijo a los miedos.
Que sean las tumbas las que evoquen recuerdos marchitos.
Que sean las velas las que alumbren el camino de los
muertos.
Que sean las rosas las que aromen los sueños que quedaron
en cuento.
Ahora, camino lento.
Aguardo y admiro.
Y con delicado argumento, remito algo que nace de ti, de
mí, de ellos mismos, pero sin los otros. ¿Qué otros? Los que ya no están,
porque ya se fueron.
¿Bueno? No es.
¿Malo? A juzgar por lo ventilado en el acantilado del hoy
día… tampoco.
Me conmueve muy poco distinguir a un mundo que hace
décadas está roto.
Si, roto. Y es que este mundo está destruido por ellos,
que no son los otros.
Sí, los otros, que se fueron hace rato por no estar de
acuerdo con ellos.
Y es que ellos mismos se contradicen cuando extraen
excusas para falsear el nacimiento de virtudes excepcionales, a modo de vivir
mecánicamente bajo la sombra de un mundo de cordialidades, cediéndolo todo al género
de bribones, que quieren preservar los juegos ocultos de la razón, enmarcada en
la penumbra de una obsoleta escritura. Bagajes de anarquía que tratan de decir
lo que otros sienten, lo que ellos no se atreven a aceptar. Balbuceamos cuando
tratamos de describir las percepciones que afectan nuestro haber. Digo
balbuceamos porque ya nada se puede escribir, todo está plasmado hasta en los
documentos antiguos donde otros han reescrito el devenir.
¡Tengo noticias! Grita el vanidoso.
¡Comparte lo nuevo! Responden los tontos.
Idear el fondo natural de la maldad, solo dejará miles de
páginas en blanco que nunca nadie se atreverá a llenar. No hay manera de
justificar las acciones que van dirigidas a destruir la vida de quienes viven
al margen de lo social. Levantar la mano, es menos doloroso que las palabras
que emanan de una boca envidiosa. Quizás por ello, hoy día, el presente se
hunde en rumores que unos crean para que el resto los repita, sin detenerse a
pensar un poco en las consecuencias de evocar acontecimientos o situaciones,
que en su gran mayoría, no son ciertos. Generando odio en algunos. Sí, odio. Y
seguimos balbuceando en medio de tsunamis intelectuales que poco aportan a una
humanidad necia e inestable.
El odio es difícil de ocultar, tan difícil es, que escapa
en los destellos de miradas duras y frías, oscuras y vacías. El odio, al igual
que la maldad, se dan la mano frente al espejo cuando se encuentran con su
reflejo. Cada cual justifica sus faltas, incluyendo el producto como
consecuencia de haberlas cometido, y su única defensa reside en la costumbre
perversa de invocar la tradición de sobrevivir a las circunstancias, que exige
salvar la preferencia que emana de emociones oscuras. Bajo este pretexto, hay
quienes incluso deciden salvar sus faltas a cualquier precio. Es lo que veo
cada mañana, tarde o noche, en los aromas que acompañan la presencia de ellos. Y
no son sombras de sus conductas, son huellas que quedan marcadas en las almas
de quienes reciben los flechazos de la maldad ¿Borrar? ¿Acaso se ha podido
borrar las huellas de los meteoritos que cayeron en la superficie de la tierra?
Respóndeme tú, porque yo no lo tengo claro, aún.
Y evitas la cueva invisible donde aguardan los
insensatos, quienes deforman al mundo que declina ante el ultraje de su propia
inocencia. A menudo, deseamos ajar hasta donde se pueda, el don de mejorar un
tanto más por cada día, para más tarde sucumbir ante visiones nuevas que
reposan en los confines de nuestra memoria, cuando vemos transformado el
espíritu en todo aquello que juzgamos sin misericordia. Al final, resultarás
ser el eco que grita los juicios de todo lo que has rechazado. Rechazas para
transformarte. Si, te transformas a partir del rechazo, pues aprendemos cuando
calzamos nuestras acciones en todo lo que desconocemos.
Recoges, si, recoges cada instante aunque lo niegues,
aunque te resistas, eres lo que viste en los otros y aniquilaste con dureza,
por creer que tu verdad era mejor. Y quizás tengas razón, por algo la verdad es
subjetiva e individualista pero eso no te da poder. Ahora eres uno de ellos,
porque los otros ya se fueron.
¡Agita el fuego de tu osadía y piérdete por un instante
en la consumación de la duda!
Prosigo por el suave camino que me brinda la locura. En
eso pienso siempre, pero nunca logro divisarlo. A través de la aurora, atajo
los juicios y abro la ventana de los enigmas. Y siento el éxtasis de permanecer
por noches en vigilia dónde confío de mí, a la noble oscuridad, la pureza de
mis sentimientos, quienes navegarán libremente en el inmenso océano que
solamente me puede brindar mi silencio.
Consíguete contigo, consíguete con tu principio, consíguete
con tu nacimiento, rebota lo que no te pertenece. Recupérate en lo propio. Pero
para eso debes callar, callar tus monomanías, que no son otra cosa que el
reflejo de tu miedo. Palabras que me repiten las aves, a través de sus cantos
matutinos. Es difícil coincidir con la nobleza de los seres vivos a menos que
te encuentres en una eterna oscuridad, donde podrás ver con exactitud y sin
vendas que generen la duda en tu existencia. Eres sí, pero eres sólo cuando
estás a oscuras, la luz sólo será un bello destello que te recordará que no
estás solo y que debes, de tanto en tanto, salir para entender lo que llevas
dentro, pero tal resplandor no es garantía suficiente para que te encuentres.
¡Cierra tus ojitos y ve!
¡Inclínate ante ti, y piérdete en tu alma!
No es cuestión de dar pasos. No es cuestión de lanzarse
al vuelo. No se trata de aparentar mejoría, cuando tu ser sucumbe ante la
enfermedad de los complejos y las inseguridades. No se trata de avanzar para
luego escupir superioridad. A nadie le interesa quién eres o qué eres. ¿Acaso
piensas que el mundo se inclinará ante ti por lo que expreses? No, ya deja de
buscar tolerancia cuando ni tú mismo te toleras.
¡Deja de mentirte!
Sal de esa falsedad.
Tu castillo está cayendo. Pronto no quedará nada o quizás
si, quedará tristeza. Golpes recibimos todos, sin embargo, nada se le asemeja a
los golpes que recibes de aquellos a quienes amas.
Amar, sí… que compleja es esa palabra ¿Realmente amas? O quizás
es sólo la ilusión de amar para no sentir el vacío de la soledad. Algunos creen
que amar a otros implica una contraprestación. No debería ser así. Uno debería
amar simplemente, sin que por ello implique una retribución. ¿Acaso cuando te amas
a ti mismo esperas recibir algo de ti? No seas hipócrita, no seamos imberbes a
esperar lo que no esperamos de nosotros. Quien se ama realmente a sí mismo no
espera nada de sí. Sólo se contempla y se admira, sin caer en la vanidad o el
narcisismo.
¡Aprende a amar y deja de lloriquear!
Es tan complicado entender el comportamiento de ellos, a
veces declino para no caer en el juego de las suposiciones ¡Bah! no me gusta
suponer, y mucho menos cuando tengo la cabeza llena de dudas. Entonces, cierro
mis ojos y dejo que el sueño se lleve mis suposiciones a otras dimensiones,
para dejarlas allí, olvidadas.
¡Frágiles serán los pilares de tus cimientos cuando los
construyes sobre tus propias mentiras!
Quizás resulte difícil la proeza de eludir la tristeza y
las miserias que emanan de la fatigante desdicha, pero intenta cambiar esa
relación hostil, pues su efecto inmediato reposa en quedar atrapado en un frío
agujero, que consumirá poco a poco la luz que irradia tu tenue sonrisa. Aunque
a veces me pregunto, sobre todo cuando me miro al espejo: ¿Por qué eres tan
bonita tristeza? ¿Qué tienes que todos te contemplan? Le llaman a la felicidad
estado o decisión, cuando no es más que una emoción al igual que tú.
Me detengo ante la presencia de los nostálgicos y esa
fuerza que emana de ellos, me atrae. No ocurriendo lo mismo cuando tengo de
frente a personas alegres, que sonríen con desconfianza ante las voluntades de
la vida.
Melancólicamente camino por el sendero del temor y asumo
la sombra como el resguardo que protegerá mis malas decisiones. Raras veces
confieso mis debilidades, sobretodo aquellas que ceden ante rostros oscuros
donde mora el honor. Teme quién sueña presagios que obligan a mirar lo
contradictorio del destino.
Es una ironía leer los reproches, escritos en versos, por
algún insomne y viejo avaro. Los héroes de hoy no han calado. Y huyo de esa
compañía, pues me recuerda que es necesario corregirme. Pero por qué debo
corregirme… he allí el asunto, no tengo claro cómo debería ser el buen
proceder.
No se me olvida que en tiempos memorables luchaba por
ideas, por conceptos que tenia claros, pensando que con ello podía ayudar a
crear un mejor mundo. Al final, terminas cayendo en un vacío, cuando ves
deteriorados tus argumentos. No puedes ahorcar los hábitos cuando no se está
preparado para pasar de un extremo a otro. Y es claro, que ellos aún están
caminando por una senda distinta. Yo camino por una senda distinta. Los otros
ya se fueron.
¡Me pierdo y olvido! Grita el demente.
Ahora, soy la demente.
Insoportable es el ejercicio contrario al candor del
amor. Y es que el amor, es quién derrite la nieve de las almas caídas, quién
sacia la sed de los desiertos abandonados, quién disipa el humo de las llamas
del infortunio, quién derriba los muros de la indolencia, quién llena de
melodía los párrafos de los poetas. Y muchas cosas más, pues dentro de su
existencia, son innumerables las manifestaciones que es capaz de exteriorizar. Incluso,
resalta la belleza de las personas tristes, pues son las que aman con mayor
fuerza, con mayor intensidad.
¿Será que por amar sin esperar, se llenan de tristeza? Mis
preguntas tontas y yo.
Magnificar los recuerdos apresura la fuga del presente. Aunque
suceda el traqueo moribundo de una guitarra que entona la expiración de la
esperanza, o se apague el brillo de los piadosos mientras ahuyentan el hambre
de los pobres.
Sigo con mi andar lento por los caminos de la juventud.
Algunos sonríen, otros simplemente fingen. Se entonan canciones que parten el
alma en pequeños trocitos de cristal. Y caen lágrimas de pena y dolor. El todo
se cristaliza en futuros lejanos, cargados de sueños abandonados. Los ojos
tristes han dejado de creer so pena de padecer la recaída de la alegría.
Falta magia en los corazones de las nuevas generaciones,
pues no se trata de ver o sentir, se trata de ser. Siempre me sucede cuando
camino por los abriles, y me detengo a observar la magnitud de sus
equivocaciones o quizás soy yo quien se equivoca. El azul y el rosa han perdido
el fulgor de su esencia. Se descompone el color, el sepia asume el control,
marcando la era donde reina la melancolía. Ya ni el odio hace daño, pues la
tristeza acapara todos los espacios.
¡Los diminutos poros del corazón ya están cubiertos por
el llanto del rocío!
Y ocurren cosas:
Mientras funciona el reloj de arena durante la década de
la decadencia;
Mientras el indeciso determina cuál será su próximo paso;
Mientras las rosas reposan en los prados;
Mientras el narciso se pierde frente al espejo;
Mientras la ceniza del último cigarrillo se entrega al
viento;
Mientras el azar reina en los recintos de lotería;
Mientras la gente juzga sin clemencia, lo que otros están
haciendo en plusvalía.
Así es, ocurren cosas mientras la especie está ciega y
dormida, inerme y pálida, pesada y tétrica. Mientras ellos viven en odio,
maldad, miseria, envidia y egoísmo. La historia continua sin ser escrita.
Ellos, que no son los otros, creen tener el mundo en sus
manos. Creen que tienen derecho a vengarse de sus reflejos. Creen que pueden
cobrar cada arruga ganada por sus dolencias. Pero es un espejismo. Ya nada es
real porque muchos han dejado de soñar. Estamos en la década donde se han
extinguido los soñadores.
¿Y de quién es la culpa, realmente?
¿De ellos o de los otros?
Los otros ya se fueron.
No busques culpables. Mírate en el espejo. Encontrarás la
respuesta cuando tus ojos te indiquen quien tiene la culpa de tus dolencias. De
las dolencias del mundo. De las dolencias del tiempo. De las dolencias que son
tuyas, que son mías, que son de ellos. Pero no de los otros. No olvides que ya
se fueron. Estamos rotos.
¡Los milagros son la fuente que alimenta el rico poder de
dinastías vacías!
Nada cuesta tanto como cortar la soga que amarra lo
imposible.
¡Oh cara mía!
Ten compasión de las tardes con sabor a café; del
crespúsculo expuesto en galerías; del alba que fatiga al cielo con su prisa;
del trueno que con afán causa revuelo en noches infinitas.
Afirmar como actor exagerado que la palabra ha sido
destinada para soportar en plural, los infortunios pasajeros que sobrevienen
por causa de la inocencia. Es mentirse, mentirse en silencio. No me mires con
odio. No tengo la culpa, tú tampoco. Es el mundo el que está roto.
Y el orbe labró por error lo que el báculo escondía, en
mapas provisionales con marcas y signos que tejieron el universo con válidas
líneas, inventadas para excusar la diestra de un pacto firmado entre cuatro.
¡Oh vana fe divina!
Parecemos ser mejores cuando la luz nos alumbra ¡Pero la
verdad es, que no lo somos!
Es el exergo que escribo, mientras la pluma tenga tinta y
el papel este blanco, consumiendo el tiempo, mientras me borro con las lágrimas
de tu llanto.
By Eleorana
Derechos Reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario