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Todo lo que ocurre afuera es un pasatiempo. La vida yace dentro.

domingo, 27 de septiembre de 2020

DIVINA INOCUIDAD




En una pequeña playa, a la orilla de un risco se encontraba sentada Diana, una joven llena de sueños, anhelos y aspiraciones. Su mente recorría las maravillas que le producían las conexiones lógicas que sin mucho esfuerzo, mantenían su total atención en los profundos significados de los viejos decretos, incrustados en su destino, rompiendo como olas furiosas la dureza de sus convicciones que crecían envueltas en los invisibles principios, reconciliando su silencio con una linda ceremonia que recogía los hábitos perdidos entre los desordenes de una vida moderna. 


Todo esto hizo que la joven, harta y cansada del todo y la nada, retornará a la pureza de su cándida niñez, a su inocuidad, y en medio de esa soledad, imploraba con venerada insistencia, que se le revelara la puerta para escapar de tanta estupidez, de tanta inactividad. 


Abrazó dulcemente la fortaleza de su ser y rompió en el mismo acto, con las ataduras de su no ser, aquel momento se había convertido en una escena de alabanzas, narrado entre versos y cánticos memorables que sólo los ángeles han de conocer, mientras caminaban por los rincones del Edén. Y así, Diana con una reverencia dio la bienvenida a la alegría a plena luz del día, para luego quedarse dormida en medio de su soliloquio, sobre una arena que evocaba sedas finas, junto a la misericordia divina del mar. 


Su alma dormía plácidamente hasta que la presencia del sueño y sus hazañas, la envolvió en la sencillez del deseo sonriendo en medio de la grandeza de su propia imaginación, al entregarse con éxito a la invocación de Hipnos, único gran artífice de su salvación. Diana, simplemente se dejó llevar, sin preguntas, sin dudas, sin reproches, sin expectativas, sin perspectivas,  sin condiciones, en plena libertad. 


Las almas cuando reconocen los senderos divinos de la vida se dejan arrastrar por el magnetismo de la luz sagrada que ilumina esos caminos, alejando toda duda, toda oscuridad. La libertad no se consigue, la libertad aguarda en silencio dentro de todos, esperando que alguien decida comenzar a vivir sin cadenas, fuera de las prisiones, alejado de las ambiciones, incluso de la vanidad, para comenzar a dar  pasos como aquel que vive y entrega, sin recordar lo que da jamás, sin detenerse en ningún punto para mirar atrás.  


Una imagen intacta, comenzó a tomar forma detallada dentro de la mente de Diana, sin vacilación para convertirse en episodios no ocurridos, pero que pronto ocurrirán, pintados con tonalidades claras, adornadas con pinceladas que dibujaban en su rostro flores silvestres, frescas y húmedas por una lluvia que escapaba de sus frágiles ojos, sin intención de disimular. La tristeza de Diana dejaba sus últimas huellas justo en ese momento, justo en aquel lugar, pues desde ese instante la joven lloraría de felicidad.


En un intervalo de tiempo muy corto, la joven se reencontró lejos de la playa, en medio de una montaña, adentrada en un bello bosque que escondía los tesoros del creador. Ahí, en su centro de gravedad, estaba ella, haciendo reverencia a la enorme riqueza que aquella montaña albergaba en su máximo esplendor. Cualquiera cambiaría su no ser por todo su ser esencial, al inclinarse con verdadera humildad ante las virtudes nobles de la naturaleza, dando perpetuo descanso al conflicto que produce la degeneración del espíritu, del alma y del cuerpo de aquellos seres incapaces de hacer frente a la desgracia sobrevenida por la inacción.


Diana, con total calma, tomó con sus suaves y delicadas manos a su corazón, quien había abandonado su pecho por unos minutos para ir detrás de la brisa que con especial afecto, el bosque le regaló y sentir en medio de todo aquel ardid, la emoción de vivir cada momento sin tormentos, sin ansiedades, sin angustias, sin lamentos, simplemente vivir, amando cada segundo, amando cada tiempo, amando cada historia grabada en los átomos del viento, convirtiéndose su intenso corazón en un aventurero del amor que disfrutaba la libertad que la vida le daba a quien se atrevería a avanzar por los senderos de la felicidad. 


Y suavemente, Diana volvió a colocar a su corazón en su puesto y sintió como éste latía desesperadamente tras disfrutar, sin angustia la morada de la hermosa naturaleza, donde el principio y el fin se perdían en lo sagrado, con total redención. Diana sonrió dulcemente ante el coraje y la proeza de su frágil corazón, quien bien dotado de curiosidad había salido de su escondite a echar un vistazo al bosque, sin protección. Eres como los guerreros durmientes que no se resisten ante el dulce olor de la tierra, ni ante el dulce encanto de las sonrisas divinas y elocuentes de la brisa que recorren los parajes de la naturaleza, ni ante los colores de las aves, de las rosas y flores que resaltan la vida de la madre tierra, se dijo Diana entre sonrisas de especial complicidad.


De pronto, un armonioso sonido emergió desde la profundidad del hermoso bosque, la joven levantó su mirada y se dejó guiar por un camino que se descubría a medida que daba pequeños pasos. Aquel camino era largo pero intenso por la presencia de todas las especies de existencia habidas en estos inhóspitos lugares, dejando un especial encanto en Diana, quien había olvidado la textura de la naturaleza. Sus pasos eran lentos, así como cuando uno degusta un pedazo de torta de chocolate, y se la come lentamente porque no quiere que nunca se acabe. Sin embargo, todo camino tiene un principio y un fin aunque no queramos aceptarlo. El camino de Diana llegó a su final hasta encontrar un enorme Palacio que yacía oculto entre arboles gigantes y frondosos. Y fue cuando sintió que aquel maravilloso sonido que la había acompañado a lo largo de la caminata provenía de ahí. 


El Palacio estaba construido con mármol y adornado con finos hilos de oro, protegido con enormes pilares de roca maciza. Sus puertas eran enormes, estaban hechas de plata y relucían como espejos. Al acercarse a la entrada, Diana observó que desde su interior comenzó a salir un grupo de personas desconocidas en medio de sonrisas y cánticos, todos estaban felices y salían a recibirla como si esperaban su inesperada visita.  


Diana, aún guiada por la hermosa melodía, siguió con su paso armonioso hasta acercarse al tumulto de personas que se encontraban a la espera de su llegada, frente a las puertas gigantes del Palacio, todos en medio de exclamaciones le daban la bienvenida, como si aquella joven fuera una vieja amiga que regresaba a casa, luego de haber estado ausente por años, por siglos o por todo un tiempo considerable, sin que nadie se hubiera hecho consciente de su ausencia permanente. 


Repentinamente, la armoniosa melodía dejó de escucharse y en su lugar, los tambores comenzaron a resonar al momento en que todos, tomados del brazo de Diana, la llevaban dentro del Palacio. Todos atravesaron las grandes puertas, y al entrar, estas se cerraron estrepitosamente, quedando el bosque en silencio. 


El interior del Palacio estaba cubierto de viejas obras, todas de origen griego, entre las cuales se encontraban algunas estatuas de diosas griegas como Perséfone, Moiras y Selene. Inmensas bibliotecas cubrían algunas paredes, sus libros todos intactos, como si no fueran usados jamás, Diana se acercó para leer los títulos de algunas de las obras, las que alcanzaba a ver, reconociendo algunas, y maravillándose con otras que aún y cuando sabía de su existencia, no había conseguido leerlas por falta de tiempo. 


Las personas que acompañaban a Diana comenzaron a dispersarse por distintos espacios del Palacio hasta desaparecer de la vista de la joven, dejándola con su contemplación ante la riqueza visual que representaba cada rincón del lugar. Sus ojos se perdieron en la majestuosidad de los espacios y las obras que los ocupaban. Recorrió cada rincón sin expectativas, no sabía hacia donde se dirigía, simplemente se dejó llevar por el momento, disfrutando y admirando todo lo que hallaba a su paso. 


Diana, en un santiamén, pudo darse cuenta que sus sentidos habían perdido ese sabor gris de la realidad, ese color a tristeza que la acompañaba cuando se encontraba de frente ante la humanidad. Su mente se había desprendido completamente de los recuerdos de una vida pasada para dar paso a la fascinación del momento, el pensar ya no era primordial para su mente, el razonar ya no guiaba sus pensamientos, el estar a la defensiva ya no era su escudo. Su cuerpo ya no recibía las órdenes que imponía la rutina, su cuerpo ahora se movía con total libertad, desprendido de los prejuicios, de los complejos, incluso de la inseguridad. Sus oídos ya no escuchaban los susurros de los lamentos, de las quejas, de la negatividad, ahora escuchaba la armonía que rodeaba a la belleza, cuando se muestra pura y sincera, sin nada oculto, sin vanidad. 


Sus ojos ya no observaban buscando los prejuicios y los complejos para luego lanzar la sentencia sin vacilar, ahora sus ojos admiraban sin condición, sin dictar sentencias, sin señalamientos, sin medidas, con plena libertad y amor, ahora sus ojos conocían lo que significaba contemplar, observando en silencio los dones de la vida que se perpetuaría en cada instante, donde se manifestaba la existencia dentro de cada imaginación que lograba la revelación completa en el lecho de la realidad.


Diana se sintió liviana, lejos del peso del destino que en su entorno la hacían caminar por caminos perjudiciales, llenos de austeridades, disfrazados de rectitud que la obligaban a continuar en me dio de aquella vida siempre a la defensiva, llevando un escudo que la protegía, incluso de las bondades de la vida, porque nada podía entrar dentro de un ser que todo lo veía como una amenaza, como un peligro que ponía en riesgo su vida, haciéndola vivir en una mentira que cada día cobraba una fuerza desmedida, destruyendo los sueños y anhelos de una joven que buscaba la felicidad. 


Todo aquel peso quedó atrás, en el olvido, lejos de la severidad del pensamiento que destruye y quema con destreza el amor que todo ser lleva dentro, cuando aceptas el juego ridículo de entregar la pasión encendida a la nada, resultando injusto que la vida dependa de los dados o de las decisiones de un dios que ha quedado ciego por la autodestrucción de quienes representaron su semejanza. Si, todo ese peso quedó en el olvido, y por eso Diana ya no deseaba despertar más porque dentro de aquel sueño había conseguido lo que siempre había buscado y hasta un poco más, Diana por fin se encontraba en medio de la felicidad. 


En aquel hermoso sueño había conseguido lo que en la realidad había perdido, ya sea por inocencia o por ingenuidad ¿Eso que más da? La verdad es que todo fue resultado de haber permanecido recluida por mucho tiempo, por muchos años, en el agujero de la indiferencia, el apego y la frialdad. 


La vida siempre te dará motivos y razones para cambiar del no ser al ser esencial, la vida siempre te dará las respuestas a tus dudas, a tus preguntas, a todo tu malestar. En ocasiones no queremos ver, no queremos escuchar, no queremos sentir, no queremos expresar, no queremos probar porque nos da miedo ir más allá ¿Pero a qué le tememos en realidad? Si estamos en este plano es justamente para eso, para sentir y si dejamos de hacerlo, nos convertiremos en nada, nos convertiremos en una partícula más que pulula perdida en alguna parte de este inmenso universo, viviendo a la deriva porque hemos extraviado nuestra sensibilidad entre los duros pasajes de la vida, robando toda voluntad de buena fe y confianza que deberíamos tener hacia los demás. 


Sin embargo, y a pesar de nuestra propia incredulidad, la vida siempre nos perseguirá para que en medio de nuestros sueños hallemos la revelación de la verdad, una verdad que pertenece a cada uno y que no es la misma, no es igual para todos, en eso radica el placer de vivir conscientes que nunca es tarde para cambiar el no ser por el ser esencial y vivir la historia que nos llene de felicidad. 


Y fue así, como Diana, en aquel sueño y en medio de aquel sueño, se consiguió a sí misma, a su ser esencial, y durante el descubrimiento de algunas emociones, pudo concientizar que había recuperado su alto grado de sensibilidad, recuperando su inocuidad, permitiéndole vivir en la balanza de la felicidad, alejada del no ser que se marchó para no volver jamás.


Glosmarys Eleorana Camacho Albarrán

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