EL TERCER MOVIMIENTO
Y allí se
encontraba ella, una joven llena de ilusiones, sueños y anhelos, estaba sentada,
en medio de personas que llevaban una conversación trivial. Su mente intentaba
lograr una conexión perfecta y poder entender las situaciones planteadas por
quienes la rodeaban, pero no, ella estaba abstraída en medio de sus
pensamientos, en medio de una nada que la envolvía en su propia densidad.
Era cierto, en aquél
momento algo muy extraño la estaba alejando de todo el entorno, la estaba
alejando de lo que sus ojos veían, de lo que sus oídos escuchaban, de lo que sus
manos sentían, de lo que su olfato olía, de todo lo que su ser sentía. Algo muy fuerte y magnético la llamaba en su interior. Algo la invitaba a
recorrer lugares inexplorados, lugares inimaginables, lugares profundos,
lugares galácticos, lugares que ni ella tenía idea que podían existir. De
pronto, ese algo dejó de ser una sensación para convertirse en una pequeña voz
que gritaba desde dentro, allá a lo lejos, desde su subconsciente…
- Ven, ven conmigo.
Su cuerpo intentaba
sin embargo, quedarse allí en el presente, evadiendo lo que su interior
clamaba, ignorando aquella llamada, pues su miedo era más fuerte. Tenía miedo
de perderse en su interior y no volver a lo que ella creía era su existencia. Por
instantes quería estar allí compartiendo con aquellas personas, sintiéndose
parte de sus vidas, sintiendo su propia presencia, aceptando su propio
entendimiento, tratando de encajar sin levantar dudas entre los que estaban
presentes, para que no notarán que su interior ya no estaba entre ellos. Pero su
interior, su espíritu y su cuerpo se habían separado, estaban distantes, ellos
querían viajar a su interior aún a costa de su propia aprobación.
Acto seguido, entre
las voces externas provenientes de las personas que la rodeaban, surgió una
palabra que la catapultó a lo inimaginable, a un espacio mágico, que la alejó
completamente de ese entorno denso que la ataba. Y fue cuando el sonido de
aquella palabra la elevó a lo desconocido. Entonces, ella se fue, se entregó
por completo a la pequeña voz que estaba emitiendo gritos desesperados desde lo
más profundo de su interior.
Fue así como
comenzó aquel viaje en compañía de la voz que la guiaría a un recorrido por un
lugar desconocido.
-Hasta que te desprendiste de la densidad terrenal
de aquel lugar- le dijo la voz que la guiaba.
-Discúlpame, tenía miedo- Le contestó
ella con algo de vergüenza.
-Conozco ese miedo. Es autodestructivo lo que haces,
deberías saberlo. -
Aquella voz le hablaba con cierta nostalgia, trataba de hacerle entender a la joven que no había razón para tener miedo, que el miedo es sólo un estado infundado que habitaba dentro de las personas, un estado discrecional que se forma como medio de control de entes que habitan en el exterior. Que nada es como parece, que todos se ahogan en pesares inexistentes.
Sin embargo, ella,
aún entendiendo todo lo que la voz le decía, no admitía aquel vicio mal
adquirido de destruirse internamente, de permanecer atada a ese sentimiento
melancólico producto de un miedo que le restaba sus ganas de vivir
intensamente.
-Ven- le dijo aquella voz- Ven y sígueme, quiero enseñarte algo
hermoso, no preguntes, no dudes, sólo cree, sólo disfruta en silencio.
Al iniciar el
viaje, aquella chica vio como su alma se desprendía del lugar, seguía sin
preguntas, sin duda a la voz que le guiaba. Vio como dejaba su cuerpo inerte en
medio de aquel lugar, un cuerpo que extrañamente seguía simulando presencia, un
cuerpo que aparentaba que todo estaba normal para que todos los demás no
notarán su verdadera ausencia.
Ella dejó aquel
espacio, dejó la compañía de aquellas personas. Nadie
la vio elevarse, nadie notó su ausencia, nadie sintió que se había evaporado su
alma. Nadie sabia que aquella chica había iniciado un viaje a lo desconocido,
donde nadie la esperaba, y eso la hacia sentir en libertad.
Y así comenzó su viaje.
Su alma se elevó,
observaba todo a medida que ascendía a lo más alto. En minutos, quizás segundos
dejó aquel edificio, se entregó al cielo por completo. Contempló la ciudad en
todo su esplendor, la luz del sol le daba aquel toque de belleza que no había
apreciado nunca, incluso recordó que no había apreciado aquella misma vista
durante aquel viaje, que tiempo atrás, había hecho en parapente. No, aquello no
era igual.
A medida que su alma subía podía sentir el aire rozar su existencia, podía sentir como su esencia se conectaba cada vez más con lo etéreo, sintiendo el valor de lo supremo. El viento y su alma se complementaron y sintió aquella fuerza arrebatadora, una energía que le alimentaba, una energía que le llenaba de resignación.
Las nubes hicieron juego en aquel hermoso viaje. Su alma estaba regocijada de una enorme felicidad, era un estallido de emoción que llenaba su verdad. Sentía como las nubes le acompañaban y mientras daba el recorrido, estas se transformaban en distintas formas, e invitaban a aquella alma para que hiciera lo mismo.
La voz que le
guiaba le mostraba que en ese momento podía desfigurarse y moldearse en lo que
quisiera, que las nubes le invitaban al juego de las formas. Así fue como
decidió conjugarse con aquellas nubes y sentir al viento, quien ayudaba a las
nubes en su transfiguración. Cambiaban de figuras en segundos, pasaban de rostros
a cuerpos angelicales, de formas atómicas a formas animales, y entre sus
cambios gritaban de alegría por las formas y texturas que podían darse.
-¡Puedo ser lo que quiera! ¡Puedo ser el todo y la nada! - Gritaba aquella alma regocijada de emoción.
-Puedes ser todo lo que anheles, puedes ser
todo lo que desees, puedes ser todo lo que seas sinceramente - le respondió
la voz guía a lo lejos.
Estuvieron así por
algunos minutos hasta que fue exhortada a continuar en el viaje, pues era
momento de seguir.
- Ven, debemos continuar.- Dijo la voz
guía mientras emprendía el viaje.
El alma dejó atrás
a las nubes, quienes se desprendieron figurando distintas formas, distintas
figuras a modo de despedida.
De pronto sintió
como entró en un lugar que estaba abarrotado de pequeñas partículas que la
rodeaban. Eran pequeños iones que le producían descargas eléctricas, sintió un
cosquilleo que la hacia temblar de excitación, era una extraña sensación,
energías que se complementaban, que se intercambiaban.
Las partículas
atómicas de su alma se reconocían en aquellos iones, creando pequeñas descargas
electromagnéticas, girando una alrededor de otras, provocando auroras boreales
mientras giraban entre sí, destellos de luz que cubrían el cielo por completo.
Aquella imagen era maravillosa, era hermosa, era divina. Sin embargo, el viaje
tenía que continuar.
- Ven vamos, es hora de seguir.- La voz
guía con una mediana sonrisa le indicó el camino hacia la ascensión.
Aquellos iones en
despedida comenzaron a hacer numerosas auroras boreales, mientras aquella alma
ascendía y las observaba con total ternura.
Aquel ascenso fue
más silencioso.
-¿A dónde me llevas?- Le preguntó el alma a la voz guía.
-Pronto lo verás, solo sígueme. Falta poco.
Segundos más tarde
se encontraban en medio del espacio sideral. Se hallaban en pleno universo,
desde allí podían observar la madre tierra en todo su esplendor. Aquel planeta
cuyo azul índigo resaltaba su enorme belleza.
-¡Que hermosa es la tierra!- exclamó el
alma quien se encontraba exhorta ante la inmensidad de la creación.
Desde donde estaba
podía observar el primer movimiento, veía como la tierra rotaba en su propio
eje. Era un movimiento armónico, con una melodía divina, con una precisión
perfecta. Era impresionante ver como aquel planeta estaba suspendido allí en
medio de la nada.
-¿Cómo lo hace? -preguntó el alma.
Inmediatamente la
voz le respondió - sin preguntas y sin
dudas ¿recuerdas?
-Si, lo sé. Pero es que tanta perfección te
lleva a preguntar.
- No, quién pregunta no lo hace por la
perfección de lo que ve, quién pregunta lo hace por su falta de fe, por no
creer. Lo divino, lo mágico no se pregunta, se acepta. Las verdades estarán
allí, te preguntes o no, dudes o no, creas o no. Cuando estamos frente a la
perfección sólo debemos contemplar, sólo debemos aceptar, sólo debemos
disfrutar, sólo debemos admirar en silencio y con bondad. Recuerda algo
siempre, la perfección no se explica, no se estudia, no se analiza. La
perfección esta allí para ser amada, así sin más.
Aquella alma se
quedó allí, observando la madre tierra, sin hacerse más preguntas, admirando su
belleza, escuchando su música, sintiendo su textura, contemplando su nobleza,
sintiendo su movimiento, sintiendo sus propias emociones, sintiendo sus propias
expresiones. Sí, así estaba en medio de un ritual de observación, apreciación y
contemplación, donde el amor era su principal expresión.
-Ven vamos- le interrumpió nuevamente la
voz guía.
- ¿A dónde vamos? Quiero quedarme aquí, quiero
contemplar más tiempo esta escena.
-No, debemos continuar, ven.
El alma con algo de
nostalgia siguió ascendiendo, sin dejar de mirar aquel cuadro hermoso. Sintió
como la madre tierra le sonreía y le despedía con su melodía.
Pasaron por todos
los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón,
y con todos pudo comunicarse, con todos logró la misma conexión que había
sentido al estar con la Tierra, sintió sus movimientos, sus melodías, sus
encantos. Cada uno tenía su propia voz, sus propias leyes, su propia esencia,
su propia verdad.
Así continuaron el
viaje, hasta que se hallaron fuera del sistema solar. Al contemplarlo aquella
alma pudo ver el segundo movimiento, donde todos los planetas de manera
armoniosa se trasladaban alrededor del sol. Era impresionante, todos los
planetas tenían un movimiento particular.
"Hypatia seguramente se la pasaba por estos lugares, paseando en su más profundo pensamiento, conectándose con toda su divinidad, con la sagrada divinidad de la creación"- pensó el alma mientras contemplaba todo aquello.
Todos los planetas
estaban allí, conviviendo en un todo y sintiéndose en la nada. Era
impresionante verlos a cada uno desde aquel punto, desde aquel plano. Y todos
al mismo tiempo con sus melodías propias formaban una sola pieza musical,
adornada con bailes propios generados de sus movimientos, acompañadas de
colores vivos y de pequeños astros que armonizaban todo el contexto.
Absorta se hallaba
el alma, sin pronunciar palabra, sin pensar en nada, sin preguntar nada, sin
dudar nada, estaba atónita, estaba maravillada, estaba en silencio, allí
contemplando la imagen, llenándose de la belleza de aquella escena. Sentía que
aquellos astros le miraban también, que se eclipsaban también, que la
contemplaban, asimismo como ella lo hacia. Y sin saberlo el alma se contagió
del segundo movimiento, uniéndose a aquella armonía, donde podía formar parte
de ese todo, sintiendo la unión de la perfección universal.
-Ven, es hora de partir. -Le dijo la voz guía.
-¿Puedo quedarme un poco más? -le preguntó el alma a la voz guía por petición de sus
anhelos.
-No, debemos partir. Ven…
Continuaron con la ascensión, separándose en
segundos de aquel sistema solar. Fuera de él pudo ver más, pudo recorrer
espacios que jamás imaginó que existieran. Contempló a otros sistemas solares,
cuyo centro estaban comandado por dos o más estrellas, y cuyos planetas eran de
otras dimensiones, de otros colores, con melodías diferentes-
-¡Es asombroso! - Se dijo- Hay tantas cosas aquí
arriba! No podía imaginarlo así! Todo es tan hermoso, que siento tanta pena de
mí, siento un poco de vergüenza-
Aquella alma quería expresar todas sus inquietudes, todas sus emociones, quería revelar todas sus dudas pero la voz guía no se lo permitía.
-No debes pensar en todo aquello que quedó atrás en el
pasado. No debes afligirte por lo que dejaste de hacer o por lo que dejaste de
vivir. No debes sentir pena de ti y de tu vida. No debes arrepentirte de tus
pensamientos, ni recriminarte de tus emociones, de tus sentimientos. No debes
autocastigarte por aquello que no viviste, eso forma parte de ti, eso forma
parte de tu verdad. Sólo debes contemplar. Recuerda lo que te he dicho, todo
está allí y tú, como los demás están para contemplar, para admirar, para
sentir, para aceptar, sin preguntas, sin dudas, sólo creer.
-Por eso me has traído aquí ¿cierto?
-Tú sabes la respuesta, has visto la inmensidad del
universo, has escuchado su música, has sentido su textura, has compartido sus
verdades, has sentido sus emociones, sus sentimientos, has podido ver su
esencia, su perfección. Has abierto tu corazón y así has sentido el amor de la
creación.
-Todo es tan simple aquí arriba, ahora puedo
entender tantas cosas.- Dijo el alma, con algo de nostalgia, al tener ante
sí, las imágenes de un pasado que no la dejaba continuar.
-Las entiendes porque has abierto algo de ti que estaba
sellado. Has quitado todo el concreto de la densidad física que no te dejaba
avanzar.
-¿Y ahora que será de mi? Siento que es tarde para dar
vuelta atrás, sabiendo todo esto, no podré ser igual.- Se preguntó el alma, al saber tanto tiempo perdido, al
pensar siempre en lo efímero, en lo que ya había transcurrido.
-Aún falta camino, ven, debemos continuar…
El viaje se
prolongó. Visitaron hoyos negros. Pasajes astrales que las llevaban a otros
lugares, a otros espacios. Visitaron nuevas constelaciones que al dejarlas
atrás se despedían con sus formas: Las doce del zodiaco, las cuarenta y ocho de
Ptolomeo, los recintos y las mansiones, las nebulosas, las nakshastras y demás
denominaciones dadas desde la tierra.
Pero todo eso escapaba a lo que aquella alma estaba viendo. Pues no sólo podía identificar lo que conocía a través de lo leído o estudiado en su existencia física. Lo que estaba experimentando en ese preciso momento iba más allá. Era esa conexión con la nada absoluta y a la vez con el todo, sintiéndose parte de aquello que sentía, como si todo su ser estaba conectado con toda aquella inmensidad, haciéndola parte de ello, como una partícula que conformaba ese todo único y de la cual no se podía librar. La sensación era mágica, era indescriptible. Sólo queda sentir, admirar, contemplar y amar.- Pensó
Fue así como
llegaron a un punto, donde aquella voz guía se detuvo.
-Espera, vamos a detenernos un momento. Quiero que ahora
des vuelta. ¡Mira!
El alma se detuvo y
al darse vuelta contempló al universo en todo su esplendor. No era una escena,
no era un cuadro, no era una imagen, era más profundo que eso ¡Era todo!
Contempló cada átomo que conformaba cada particular de cada existencia presente. Contempló la energía que lograba la unión de toda aquella creación.
Contempló la
armonía. Contempló la esencia. Contempló la divinidad, y fue entonces
cuando pudo observar el Tercer Movimiento.
¡Sí!! Había un Tercer
Movimiento. Una fuerza que no se detenía, una fuerza más potente que la de
rotación o la de traslación. Una fuerza que permitía que todo se mantuviera en
armonía. Se movía constantemente y en cada segundo nacía una nueva creación,
allí en un espacio que no se detenía, en un espacio que se expandía en
movimiento constante y que siempre iba hacia delante, hacia lo infinito
¡Sí!
El todo
no era estático, la nada no se detendrá nunca. Era impresionante ver el momento
de creación, el cual no era inmóvil, el todo era
la transfiguración de lo posible y de lo imposible. La nada sólo era
su conclusión.
Aquella alma pudo entender en todo su esplendor que lo estático no existía en el universo, que lo estático no era admisible, que los sistemas solares también se movían armónicamente, que los hoyos negros se expandían, que las constelaciones se alineaban en armonía, que el todo se movía, que no había algo fijo, que los movimientos del universo eran armoniosos, perfectos, que de allí venia la melodía de la creación. No había tiempo inmutable. Allí no se detenía el universo, el caos, los cambios, las explosiones, las implosiones, todo existía y era posible en su propia inmensidad e infinitud.
Durante aquel viaje aquella alma había descubierto la verdad de la sagrada divinidad de la creación.
Y allí, en esa
contemplación divina, por fin vio la verdad que se reveló…
El Tercer Movimiento era DIOS…
Eleorana 2019
Derechos Reservados
No hay comentarios:
Publicar un comentario